Los datos se centran en las especies que viven y mueren en el mar profundo, por debajo de los 200 metros, donde la fotosíntesis ya no es posible. Pero la ausencia de luz como fuente de energía no es inconveniente para que haya una verdadera explosión de vida incluso mucho más abajo. Desde los 1.000 metros y hasta el fondo marino, los científicos han encontrado una variedad inesperada, con unas 5.700 especies y sumando. "El mar profundo es el ecosistema continuo más grande de la Tierra y el mayor hábitat para la vida; también es el menos estudiado".
Las más de 5.000 especies descubiertas en estas zonas viven de la basura. Para ser más precisos, a falta de algas y plancton, muchos organismos comen la materia orgánica que cae de la soleada superficie: desde restos de grandes animales, como las ballenas, a detritus vegetal. El resto de la cadena se alimenta de ellos.
En el mar, la profundidad afecta a la diversidad y densidad de vida. "La abundancia es una función de la comida disponible y esta disminuye rápidamente con la profundidad", explica Robert Carney, corresponsable de Comarge , el proyecto que estudia los márgenes continentales. En esta zona, casi al alcance de la luz, es donde están las especies de mayor tamaño.
Otro factor que incide en la densidad biológica son las corrientes profundas que, procedentes de los polos, son ricas en oxígeno y por ende transportan comida. Por otro lado, si en superficie hay grandes bancos de peces (como ocurre en el Atlántico brasileño y frente a la cordillera de los Andes), debajo de ellos habrá muchas especies esperando sus restos.
Cinco hábitats diferentes
En la frontera humana
Aunque la zona costera sólo supone el 10% de los océanos, concentra la mayor parte de la biodiversidad marina conocida por el hombre ya sea por su aprovechamiento pesquero o por el trabajo de los científicos . El proyecto COMARGE se centra en el estudio de la inmensa masa de agua que hay entre las diferentes zonas costeras y llega desde los 200 a los 6.000 metros de profundidad. Aquí predominan animales familiares como las medusas.
Corales y esponjas
Iniciado en 2005, el proyecto CenSeam , se ha dedicado a estudiar la flora y fauna de las montañas, algunas de gran altura, que esconde el mar. A una profundidad de 1.000 metros se pueden encontrar enormes jardines de corales en las laderas de estas montañas que, como las plantas, dan vida a otros pequeños animales como estrellas de mar o esponjas. Las corrientes les traen el alimento que necesitan.
Extrañamente familiares
El proyecto MAR-ECO pretende conocer el ecosistema creado en torno a la dorsal oceánica, una cordillera montañosa (con picos de más de 3.000 metros) que atraviesa el Océano Atlántico de norte a sur. En este tiempo han recolectado unas 1.000 especies, desde crustáceos hasta ballenas. Unas 40 eran nuevas para la ciencia, como varias familias de un extraño cefalópodo con aletas.
Bacterias químicas
El proyecto ChEss tiene una misión especial: estudiar la vida que surge junto a fuentes termales, filtraciones de agua fría o fumarolas volcánicas. La alta concentración de compuestos químicos aquí sirve de alimento a infinidad de bacterias que son la base de la cadena trófica. En la imagen, gusanos censados por ChEss a una profundidad de 4.000 metros. Pero, por su misión específica, estos oasis de bacterias están en diferentes altitudes y latitudes.
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